...a modo de arte moderno


Al tiempo que masticaba el gomoso filete, acariciaba el papel en la oscuridad de su bolsillo. Ya le había visto comer antes, pero nunca tan cerca. Pensó que era una señal, por fin podría dejarle la nota que hace meses escribió. La visita al baño del sujeto facilitó su misión. Puso el arrugado papel junto a su plato y consiguió ausentarse antes de que ella regresara.
Su psicólogo, amigo y consejero le incitaba continuamente a la desinhibición y despliegue de sus tímidas palabras. Salió al patio y excitado por su hazaña, simuló que fumaba con una de las ramitas mutiladas por el otoño. Era la primera vez que los guardas no le habían cacheado al cruzar el pasillo. En ese momento de desbordante cordura, pasaron por su mente las palabras impresas en el papel. Apagó su ramita y corrió hasta el comedor, pero ya no estaba. Para entonces el mensaje habría sido leído y ella sabría que despreciaba su forma de comer, que odiaba el contoneo de sus glúteos al caminar y repudiaba el sonido que hacía al golpear su preciosa cabeza abollada contra la pared.
Entendió entonces que sus días en el centro no tendrían fin. Sólo podía esperar que el mensaje fuera interpretado a modo de arte moderno.

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