Papá lo he vuelto hacer. Su padre no dijo nada, colgó el teléfono y se echó las manos a la cabeza. Minutos antes todo era maravilloso. ¿Por qué cuando rozamos la felicidad, esta se asusta? Se preguntaba Ana. Su hermano mayor, estaba en el sofá, disfrutando de su inocencia. Acababan de ver al pequeño saltamontes. Cada vez la risa nerviosa era más tensa y menos divertida. Cuando llegó su padre, Ana se escondió tras el sofá. Al ver la cortina en el suelo, por quinta vez, su padre no tuvo palabras bonitas que ofrecer. Un intercambio de miradas bastó. Con un movimiento brusco, Ana intentó huir, pero su pequeño pie izquierdo quedó enganchado en la cortina. El más veterano de sus dientes de leche salió disparado tras el impacto. Sobrecogido, su padre la tomó en brazos. Al día siguiente con las cortinas ya en la basura y un diente bajo la almohada, Ana no disfrutó igual la posición de la garza.
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